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El Pacto Abrahamico: Una Promesa de Dios

El Pacto Abrahamico: Una Promesa de Dios
La Naturaleza del Pacto
Hermanos y hermanas en Cristo, Génesis 17 nos revela un momento trascendental en la historia de la salvación: el establecimiento del pacto entre Dios y Abraham. No fue un contrato negociado, sino una promesa unilateral de Dios, fundada en Su gracia y soberanía. Dios mismo se declara como el Dios Todopoderoso (Génesis 17:1), afirmando Su capacidad de cumplir Su palabra, una promesa que trasciende toda limitación humana. Él declara: "Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto" (Génesis 17:1).
Las Condiciones del Pacto
Dios no impuso condiciones a Abraham para ganar Su favor. La fe de Abraham era la respuesta a la promesa divina, no un requisito previo. El pacto se basaba en la fidelidad incondicional de Dios. Sin embargo, Dios le pidió a Abraham caminar en Su presencia, vivir una vida que reflejara Su santidad, obedeciendo sus mandamientos como respuesta a su amor incondicional. Dios le prometió una descendencia innumerable (Génesis 17:6), una tierra (Génesis 17:8), y una bendición para todas las naciones a través de él (Génesis 17:7). Estas promesas, dadas a Abraham, son la base de la promesa de salvación para la humanidad.
La Señal del Pacto
Como señal visible y tangible de este pacto eterno, Dios instituyó la circuncisión (Génesis 17:10-14). Este acto físico simbolizaba la dedicación completa a Dios y el compromiso de vivir en obediencia a Su voluntad. La circuncisión era un signo externo de un cambio interno, un recordatorio constante del pacto y de la promesa de Dios. No era un medio para merecer el favor divino, sino un símbolo de la promesa ya recibida.
La Promesa Cumplida
El pacto abrahamico no es una promesa del pasado, sino una promesa que se cumple en Jesucristo. En Cristo, la promesa de la descendencia se hace realidad, ya que Él es el descendiente prometido, la simiente de Abraham (Gálatas 3:16). Por la fe en Jesús, recibimos las bendiciones prometidas a Abraham, incluyendo la justificación, la adopción y la vida eterna. A través de la fe, somos participantes en las promesas hechas a Abraham (Gálatas 3:7-9).
En conclusión, hermanos, el pacto abrahamico nos recuerda la inmensa gracia y fidelidad de Dios. Nos enseña que Su promesa es segura y que, por medio de la fe en Jesucristo, somos herederos de las bendiciones eternas. Recordemos la fidelidad de Dios, y vivamos vidas que honren su nombre, reflejando su amor y gracia hacia el mundo.
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