David no se basa en su propia fuerza, sino en el poder y la justicia de Dios. Él sabe que Dios ve su sufrimiento y conoce la verdad. "Examíname, oh Jehová, y pruébame; escudriña mis entrañas y mi corazón" (Salmo 35:10). Esta es una actitud humilde de quien se somete al juicio de Dios, confiando en su perfecta justicia. Él implora a Dios que se revele como el justo Juez, que castiga la maldad y protege a los justos, como se declara en muchos otros pasajes, como Isaías 1:17: "Aprended a hacer bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, defended a la viuda."