El Salmo 62 ofrece un antídoto poderoso contra la ansiedad y la inseguridad. Nos recuerda que nuestra verdadera seguridad no reside en las riquezas, el poder o la influencia humana, sino en Dios solamente. "En Dios solamente descansa mi alma; de él viene mi salvación" (Salmo 62:1). Este versículo es un ancla en medio de la tormenta, un recordatorio de que nuestra esperanza reside en Dios, y no en las cosas terrenales. El salmista también habla de la importancia de confiar plenamente en Dios, de esperar en él y no en la ayuda humana. "Confiad en él en todo tiempo, oh pueblo; derramadle vuestro corazón delante de él: Dios es nuestro refugio" (Salmo 62:8).