Sin embargo, el profeta es tentado por un anciano en Betel. Este anciano, aparentemente respetable, lo invita a compartir una comida. En este punto, vemos la fragilidad humana. A pesar de la clara instrucción divina, el profeta cede a la presión social y a sus propios deseos, desobedeciendo la palabra de Dios (1 Reyes 13:16-18). La tentación, en su forma más sutil, puede desviarnos del camino de la obediencia, como le sucedió al profeta, recordándonos la necesidad constante de vigilancia espiritual, como dice Santiago 1:14-15: "Sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Luego, la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, produce la muerte."