Naamán, un hombre poderoso, estaba afectado por la lepra, una enfermedad que representaba la separación de Dios y la corrupción espiritual. Su condición refleja la condición humana alejada de la santidad de Dios: "Y Naamán, capitán del ejército del rey de Aram, era hombre grande delante de su señor, y estimado, porque por él había dado Jehová la victoria a Aram; y era varón esforzado y valiente, mas leproso" (2 Reyes 5:1).