Juan el Bautista, como se describe en Mateo 3:1-3, no fue un simple predicador, sino una voz que clamaba en el desierto, preparando el camino para el Señor. Su mensaje, un llamado urgente al arrepentimiento, precedió la llegada del Mesías, tal como lo profetizó Isaías (Isaías 40:3). Su ministerio fue un testimonio del poder y la inminencia del juicio de Dios.