Sin embargo, el salmista advierte sobre un gran peligro: el olvido. "No lo encubriremos a sus hijos, haciendo saber a la generación venidera las alabanzas de Jehová, y su potencia, y las maravillas que hizo" (Salmo 78:4). Olvidar los actos de Dios es negar su gracia, es desobedecer su mandato de transmitir su legado. Es renegar de su historia, su salvación, y su amor.