El salmista busca la presencia de Dios en su angustia. Él clama a Él, anhelando Su consuelo y liberación (Salmo 77:1-2). Esto refleja nuestra necesidad de buscar a Dios en la oración, confesando nuestras preocupaciones y buscando Su dirección en momentos de desesperación. "A ti clamaré, oh Dios; oh Dios, a ti clamaré; ¡escucha mi voz!" (Salmo 77:1)