El pasaje de 2 Timoteo 2:19-21 nos presenta una poderosa imagen: la de un hogar, una casa del Señor, donde se encuentran vasos, unos para honra y otros para deshonra. Pablo, guiado por el Espíritu Santo, nos exhorta a apartarnos de la maldad y a esforzarnos por ser vasos limpios, dignos de ser usados para la honra de nuestro Señor. ¿Qué significa esto para nosotros en la vida diaria? ¿Cómo podemos mantenernos puros y aptos para el servicio del Señor? Observemos que la pureza no es algo que logramos por nuestros propios méritos, sino que es un regalo de Dios, fruto del arrepentimiento y de la continua dependencia de su gracia. Como dice Tito 2:11-12, "Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente".