Hermanos y hermanas, la sanidad interior no es un concepto moderno; es una promesa central del Evangelio. Jesús vino a sanar, no solo nuestros cuerpos, sino también nuestras almas, rotas por el pecado y las heridas de la vida. Él mismo dijo: "Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo los haré descansar" (Mateo 11:28). Esta invitación es una promesa de descanso para el alma atribulada, un bálsamo para las heridas profundas.
El Salmo 147:3 declara: "El sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas". Nuestro Señor se compadece de nuestras luchas internas, de nuestras emociones turbulentas y de nuestras memorias dolorosas. Él está dispuesto y capaz de restaurar nuestra paz interior.