Pero hay esperanza. A pesar de la engañosa naturaleza de nuestro corazón, Dios, en su infinita gracia, ofrece la transformación a través de Jesucristo. Romanos 12:2 nos exhorta: "Y no os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.".
El Espíritu Santo, que reside en el creyente, obra en nuestro interior, renovando nuestra mente y corazón, permitiéndonos ver la verdad con mayor claridad y alinear nuestros deseos con la voluntad de Dios. 2 Corintios 3:18 declara: "Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor."