Los ángeles de Dios aparecen repetidamente en el Antiguo Testamento, actuando como mensajeros divinos y agentes de Su voluntad. Consideremos el caso de Abraham, en Génesis 18, donde tres ángeles se le aparecen y le anuncian el nacimiento de Isaac, demostrando la cercanía divina y la intervención angelical en los asuntos humanos. Estos seres celestiales no solo traían noticias, sino que también manifestaban el poder y la gloria de Dios. En Éxodo 3:2-6, vemos a un ángel en la zarza ardiente, revelando la identidad de Dios a Moisés y comisionándolo para liberar a su pueblo de la esclavitud en Egipto. La columna de fuego y la nube que guiaron a los israelitas por el desierto (Éxodo 13:21-22) también eran manifestaciones de la presencia y protección angelical. Incluso en momentos de juicio divino, como en el caso de Sodoma y Gomorra (Génesis 19), los ángeles ejecutaron la voluntad de Dios, mostrando su poder y justicia.