Hermanos y hermanas en Cristo, la fe no es simplemente un sentimiento o una creencia vaga. Es una confianza profunda y firme en Dios, en su poder, su amor y su fidelidad. Como dice Hebreos 11:1: "Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve."
Esta confianza se basa en la revelación de Dios en su Palabra, la Biblia, y en la obra redentora de Jesucristo. Creemos en las promesas de Dios, incluso cuando las circunstancias parecen opuestas. Romanos 10:17 nos dice: "Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios."
Esta confianza no es pasiva; es activa. Implica una entrega total a la voluntad de Dios, reconociendo su soberanía en nuestras vidas. Proverbios 3:5-6 nos exhorta: "Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas."
La fe genuina se manifiesta en acciones concretas. Santiago 2:26 dice: "Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras es muerta."
Nuestras acciones demuestran la profundidad de nuestra fe. Servir a Dios, amar a nuestro prójimo, obedecer sus mandamientos, todo esto son expresiones de una fe viva. Mateo 7:21 nos recuerda: "No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos."
La fe nos impulsa a compartir el evangelio con otros, a ser luz en el mundo, a ser instrumentos de su gracia. Mateo 28:19-20 nos manda: "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén."