Hermanos y hermanas en Cristo, hoy reflexionaremos sobre la ira, un fruto amargo que a menudo brota de la raíz aún más amarga del orgullo. Proverbios 16:18 declara: "El orgullo precede a la ruina, y la arrogancia al tropiezo." El orgullo, en su esencia, es una rebelión contra Dios, una negación de nuestra dependencia total de Él. Es la creencia de que somos autosuficientes, que no necesitamos la gracia y la misericordia divinas. Este sentimiento de superioridad, de estar por encima de la ley de Dios y de los demás, es el terreno fértil donde la ira germina y florece.