Jesús utiliza la sal como una potente metáfora espiritual. La sal debe conservar su sabor. Si pierde su salinidad, ya no sirve para nada, ¿de qué sirve la sal si ha perdido su sabor? (Mateo 5:13). Esta frase nos llama a la reflexión sobre la efectividad de nuestra fe en el mundo.
Debemos ser "la sal de la tierra," (Mateo 5:13), influyendo positivamente en nuestro entorno con justicia, amor y compasión. No podemos ser cristianos pasivos, indiferentes a las necesidades de quienes nos rodean. Nuestra vida debe ser un testimonio vivo de la gracia de Dios.
El versículo nos insta a una vida consagrada, a una fe auténtica y comprometida. Si nuestra vida carece de la "sal" del Evangelio, es decir, del amor, la justicia y la verdad que proviene de Dios, entonces somos inútiles para el Reino.
¿Cómo podemos mantener el sabor de la sal en nuestras vidas? Mediante la oración constante, el estudio de la Palabra de Dios y la práctica de los valores cristianos. Debemos ser luz en la oscuridad, ejemplo para quienes nos observan, como el llamado de Jesús a ser la luz del mundo (Mateo 5:14).
Necesitamos examinarnos constantemente. ¿Es nuestra vida un testimonio del poder transformador del Evangelio? ¿Estamos usando nuestros dones y talentos para el servicio de Dios y los demás? Si no, ¿qué ajustes necesitamos hacer para que nuestra "sal" conserve su sabor y podamos cumplir el propósito para el cual Dios nos ha creado?