Pero Romanos 7 no termina en la desesperación. No debemos quedarnos estancados en la conciencia de nuestra propia debilidad. Pablo nos ofrece un rayo de esperanza: "¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro." (Romanos 7:24-25). Esta es la victoria del cristiano: No solo el reconocimiento de la lucha, sino la confianza en la gracia liberadora de Dios a través de Jesucristo.
La ley, con su capacidad de revelar el pecado, no es el enemigo. De hecho, nos lleva a Cristo, quien nos ofrece la fuerza y la libertad que necesitamos para vivir una vida que le agrade. En la cruz de Cristo, nuestra vieja naturaleza es crucificada con él. Como declara Pablo en Gálatas 2:20: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí."