Su ascensión no era solo un acto devocional personal, sino un paso en su misión encomendada por Jesús. Al subir al templo, estaban llevando el mensaje del Evangelio, tal como se nos manda en Mateo 28:19: "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo". Su obediencia a la voluntad divina produjo frutos abundantes. Su viaje al templo, como el nuestro, debe estar dirigido por el Espíritu Santo, para que pueda traer gloria a Dios y bendición a los demás.