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La Ofrenda del Corazón: Más Allá de la Cuenta

La Ofrenda del Corazón: Más Allá de la Cuenta
La Autenticidad de la Ofrenda
Hermanos y hermanas en Cristo, hoy reflexionaremos sobre la ofrenda a Dios, un tema que, a menudo, se distorsiona. Mateo 6:3 nos advierte: "Pero cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha". Este versículo no menosprecia la generosidad, sino que nos llama a la sinceridad. Una ofrenda calculada, anotada y anunciada, pierde su esencia espiritual, transformándose en una demostración pública más que en un acto de adoración privada. El enfoque debe estar en el corazón, no en el balance.
El Espíritu de la Generosidad
2 Corintios 9:7 dice: "Cada uno dé como propuso en su corazón, no con tristeza ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre". La alegría genuina, fruto del amor a Dios, es la verdadera medida de nuestra ofrenda. No se trata de la cantidad, sino de la actitud. Registrar meticulosamente cuánto vamos a dar antes de darlo, incluso con buenas intenciones, puede contaminar ese espíritu de alegría y transformarlo en una transacción mecánica, desvirtuando el acto de adoración.
La Adoración en Secreto
Mateo 6:1-4 nos exhorta a que nuestras buenas acciones, incluidas las ofrendas, sean realizadas en secreto, para agradar a nuestro Padre que está en los cielos. Cuando hacemos ostentación de nuestra generosidad, buscamos la aprobación humana, y no la bendición divina. La verdadera adoración es una experiencia íntima entre nosotros y Dios, libre de la presión de la aprobación pública o el cálculo material.
El Corazón Transformado
Proverbios 23:26 nos anima a "Dame, hijo mío, tu corazón". Dios anhela una relación profunda, una entrega total del corazón. La ofrenda es un reflejo de esa entrega. Una ofrenda calculada puede ser un sacrificio externo, pero Dios valora la ofrenda interna, el cambio de corazón que impulsa la generosidad y la compasión. Dejemos que la gracia de Dios transforme nuestros corazones, y la generosidad fluirá naturalmente, en secreto y con alegría.
En conclusión, hermanos, no nos enfoquemos en la cantidad que damos, sino en la calidad de nuestra entrega. Que nuestras ofrendas sean un reflejo de un corazón transformado por el amor a Dios, ofrecido en secreto, con alegría y sin cálculos. Que la bendición de Dios descienda sobre cada uno de nosotros, a medida que nos acercamos a Él con un espíritu sincero y generoso.
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