El capítulo 9 de 2 Samuel nos presenta una escena conmovedora. David, el rey ungido por Dios, recuerda a Mefiboset, el nieto cojo de Saúl, su antiguo enemigo. No se deja llevar por el rencor o la venganza, sino que busca activamente a este descendiente de la familia real que había sido olvidado y marginado. Esto nos enseña la importancia de la humildad. David no se deja cegar por su posición de poder, reconociendo su propia necesidad de la gracia divina. "Porque Jehová ha hecho conmigo misericordia en todo cuanto me ha acontecido" (2 Samuel 9:3), dice él, mostrando que su compasión hacia Mefiboset nace de su propia experiencia de la misericordia de Dios.