Hermanos y hermanas, la Escritura nos advierte sobre un estado mucho más peligroso que la muerte física: la muerte espiritual. Este no es un cese de la función corporal, sino una separación de Dios, una desconexión de la fuente de vida verdadera. Como dice Efesios 2:1: "Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados," nos muestra que la condición natural del hombre sin Cristo es la muerte espiritual.
¿Cómo reconocemos esta muerte? A través de la falta de fruto espiritual. Gálatas 5:19-21 lista las obras de la carne: fornicación, impureza, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes; de las cuales os advierto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Si estas acciones dominan nuestras vidas, es una clara indicación de un corazón alejado de Dios.
También, la indiferencia hacia Dios y Su Palabra. Salmo 1:1 dice: "Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado". Un corazón muerto espiritualmente no tiene anhelo por la comunión con Dios, ni busca Su voluntad en la Biblia. La oración se vuelve un acto superficial, sin verdadera conexión con el Creador.