El don de revelación, una manifestación del Espíritu Santo (1 Corintios 12:4-11), no es una habilidad para predecir el futuro con certeza absoluta, sino una iluminación divina que aclara la verdad espiritual. No es una adivinación, sino una revelación de la voluntad y los propósitos de Dios, un discernimiento espiritual que permite comprender las profundidades de la Palabra de Dios y aplicar su sabiduría a la vida. Es una gracia dada por Dios para edificar Su cuerpo (Efesios 4:11-16).