El amor es el fundamento del liderazgo cristiano. El amor de Dios es paciente, bondadoso, no envidia, no se jacta, no se enorgullece, no es indecoroso, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor. (1 Corintios 13:4-5) Este amor debe ser la fuerza impulsora de todas las acciones de un líder, guiando sus decisiones y motivando a aquellos a su cargo.