Este amor no es un sentimiento efímero, sino una acción decisiva. Dios, en su infinita misericordia, no simplemente nos amó desde lejos, sino que actuó para nuestra salvación. Él dio a su Hijo, su ser más preciado, como sacrificio por nuestros pecados. Romanos 5:8 nos recuerda: "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros." Este acto supremo de sacrificio demuestra la magnitud incomparable del amor de Dios.