Pero hay una respuesta, una salida a esta situación. La clave está en la fe inquebrantable. Cuando enfrentamos pruebas, la tentación de dudar es natural, pero Santiago nos exhorta a perseverar. Al resistir la duda, cultivamos la fe, y en esa fe recibimos una doble bendición. Primero, crecemos en nuestra comprensión de Dios y de Su amor. Segundo, nuestra fe se fortalece, nos volvemos estables, como una roca firme que permanece inamovible ante las tempestades de la vida, reflejo de la promesa de Dios en Hebreos 13:5, "Nunca te dejaré, ni te desampararé."