Hermanos y hermanas en Cristo, el altar de adoración no es simplemente un lugar físico, sino una representación del estado de nuestros corazones ante Dios. Como dice Hebreos 13:15: "Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de labios que confiesan su nombre". Nuestro altar interior debe estar limpio, dispuesto y consagrado a la gloria de Dios.