El Camino a la Salvación: Un Estudio de Romanos 10-14

Hermanos y hermanas en Cristo, en Romanos 10, Pablo expone con claridad el anhelo de su corazón: la salvación de Israel. Él declara: "Porque la justicia de Dios se revela en el evangelio, como está escrito: "El justo vivirá por la fe" (Romanos 1:17). Note la importancia crucial de la fe. No es por obras de la ley, sino por la fe en Jesucristo, que recibimos la justicia de Dios. Como él mismo dice: "Porque todo el que invocare el nombre del Señor, será salvo" (Romanos 10:13). La fe, pues, no es un simple asentimiento intelectual, sino una entrega total del corazón a Cristo, una confianza plena en su sacrificio en la cruz.

Pero la fe genuina siempre produce frutos. No podemos simplemente afirmar creer y luego vivir como si Dios no importara. Pablo nos exhorta a una vida de obediencia: "Así que, hermanos míos amados, sed firmes, constantes, abundando siempre en la obra del Señor, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano" (1 Corintios 15:58). La fe verdadera se manifiesta en acciones que reflejan el amor de Dios. No es una fe pasiva; es una fe activa, que se expresa en la vida diaria.

Romanos 14 aborda la cuestión de las diferentes convicciones entre los creyentes. Algunos tenían fuertes convicciones sobre ciertas prácticas alimentarias o festividades, mientras otros no. Pablo nos recuerda la importancia de la tolerancia y la aceptación mutua. No debemos juzgar a los hermanos por sus diferencias, sino más bien enfocarnos en la unidad en Cristo. "Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo" (Romanos 14:17). La verdadera libertad cristiana no consiste en imponer nuestras propias preferencias, sino en vivir en paz y armonía con los demás en la familia de Dios.

En Romanos 12-13, se nos llama a una vida de consagración total a Dios, ofreciendo nuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, agradable a Dios. Se nos enseña que debemos someternos a las autoridades constituidas, y sobre todo, amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. No hay lugar para la hipocresía. Nuestro actuar debe reflejar la transformación que ha operado Cristo en nuestras vidas. "Por tanto, dejando a un lado todo lo que es pecado en nuestra vida, practiquemos la santidad, respetando a todos por igual" (Hebreos 12:14, paráfrasis contextualizada).