La parábola concluye con una advertencia seria: "Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora." No sabemos cuándo llegará el Señor, por lo tanto, debemos vivir cada día como si fuera el último, preparándonos para su regreso glorioso. No seamos como las vírgenes necias, atrapadas por la inercia y la falta de preparación. Llenémonos del Espíritu Santo, vivamos vidas piadosas y mantengamos nuestras lámparas encendidas, esperando con anhelo la venida de nuestro Salvador. "Estad, pues, siempre preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis." (Mateo 24:44)