Hebreos 12:2 nos recuerda a mirar a Jesús, el autor y consumador de nuestra fe; Él es el origen, el fundamento mismo de nuestra creencia. No es una fe construida por el hombre, sino una revelación divina que se inicia con Él. Jesús, el Verbo encarnado (Juan 1:1), es la personificación de la fe, el que la inicia y la hace posible.
Él es el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6); sin su sacrificio en la cruz, la fe carecería de fundamento. Su obediencia perfecta, su muerte vicaria y su resurrección gloriosa son la garantía de la verdad de nuestro creer. Es a través de su obra que podemos tener acceso a Dios.
Pero Jesús no solo inicia nuestra fe; Él la lleva a su cumplimiento, la perfecciona. La palabra "consumador" no se refiere a una terminación abrupta, sino a la culminación, a la realización plena de lo que nuestra fe implica. Es llevar nuestra fe hasta su destino final, hasta la gloria que está reservada para los que aman a Dios (Romanos 8:18).
Él nos fortalece en medio de la adversidad (Hebreos 12:1-3). Su presencia es nuestra garantía de victoria sobre el pecado y la muerte. A través de la perseverancia en la fe, Él nos lleva a la meta, a la plena comunión con Dios, tal como lo describe 1 Juan 3:2, donde se nos promete ser semejantes a Él, porque lo veremos como Él es.
La obra consumadora de Jesús es un proceso que se manifiesta en nuestra santificación continua. Es la transformación progresiva a la imagen de Cristo que ocurre a lo largo de nuestra vida cristiana, hasta la consumación final en la eternidad.