Hermanos y hermanas en Cristo, recordemos el éxodo del pueblo de Israel de Egipto. Esclavizados durante siglos, fueron liberados por la mano poderosa de Dios. Sin embargo, su liberación no fue un simple escape físico; fue el comienzo de un viaje espiritual, un peregrinaje hacia la tierra prometida. En el desierto, un lugar árido y desolado, se enfrentaron a la escasez, a la incertidumbre, a la prueba de su fe. Fue ahí donde Dios reveló su provisión abundante, su fidelidad inquebrantable: "Y el Señor dijo a Moisés: He aquí, yo os haré llover pan del cielo; y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de cada día; para que yo lo pruebe, si andará en mi ley, o no." (Éxodo 16:4).