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El Perro Mudo: Un Llamado al Testimonio

El Perro Mudo: Un Llamado al Testimonio
La Advertencia de Isaías
Isaías 56:10-12 nos presenta una imagen poderosa: "Sus atalayas son ciegos, todos ellos ignorantes; todos ellos son perros mudos, que no pueden ladrar; soñando, acostados, amantes del sueño." Este pasaje describe a aquellos que, teniendo la responsabilidad de vigilar y proteger el rebaño de Dios, permanecen silenciosos ante el mal y la injusticia. Su silencio es una traición a su llamado, una negligencia espiritual que trae consecuencias devastadoras.
El Silencio como Pecado
El silencio ante la verdad es un pecado grave. Santiago 4:17 nos recuerda: "Así que, el que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, comete pecado." Si conocemos la verdad del Evangelio, la esperanza que se encuentra en Jesucristo y la necesidad de compartirla con un mundo perdido, permanecer en silencio es una forma de negligencia en nuestra responsabilidad cristiana.
El Llamado a la Acción
En contraste con los perros mudos, Dios llama a su pueblo a ser valientes y a levantar su voz. Mateo 10:32-33 dice: "A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Pero al que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos." Declarar nuestra fe, compartir el Evangelio y ser testigos de la gracia de Dios no es opcional; es una obligación inherente a nuestra nueva vida en Cristo.
Rompiendo el Silencio
Romanos 10:14-15 nos exhorta: "¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? ... ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!" Debemos buscar oportunidades para compartir la buena noticia, rompiendo el silencio con valentía y amor. No debemos ser perros mudos.
Que este estudio nos impulse a examinar nuestros corazones y a preguntarnos si estamos siendo fieles al llamado de Dios en nuestras vidas. No seamos perros mudos, sino embajadores del Reino, proclamando con valentía y amor la buena noticia de salvación a un mundo que necesita desesperadamente oírla. Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con nosotros. Amén.
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