La piedad, hermanos, no es una mera formalidad religiosa, sino una profunda y genuina reverencia hacia Dios, manifestada en nuestra vida diaria. Es un amor activo y obediente, que trasciende la simple asistencia a los servicios religiosos. Como dice 1 Timoteo 4:8: "Porque el ejercicio corporal para poco aprovecha; pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera." No se trata de una religiosidad superficial, sino de una relación viva y transformadora con nuestro Padre Celestial.