No luchamos con armas carnales, sino con armas espirituales: "Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas," (2 Corintios 10:4). Estas armas incluyen la oración ferviente (Filipenses 4:6), el estudio de la Palabra de Dios (Hebreos 4:12), la fe inquebrantable (Hebreos 11:1), y el amor incondicional (1 Corintios 13:13).