El ayuno, lejos de ser una práctica meramente ritual, es una disciplina espiritual profundamente arraigada en la tradición bíblica. Desde los primeros capítulos del Génesis, vemos a hombres y mujeres buscando la comunión con Dios mediante la abstinencia de alimento (Génesis 2:16-17; 2:17 implica privación, aunque no expresamente ayuno). A lo largo del Antiguo Testamento, el ayuno se asocia con momentos de arrepentimiento, súplica, y búsqueda de la voluntad divina (Joel 2:12-13; Jonás 3:5-10; Esdras 8:21-23). Estos ejemplos nos enseñan que el ayuno no es un fin en sí mismo, sino un medio para un propósito superior.