Nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, nos dejó el ejemplo perfecto de obediencia. Filipenses 2:8 dice: "Y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz". Su vida fue un testimonio de completa sumisión a la voluntad del Padre. Su obediencia, incluso hasta el sacrificio máximo, nos muestra el verdadero significado de la sumisión a Dios.