Hermanos y hermanas en Cristo, reflexionemos sobre la inmensa gracia que Dios ha derramado sobre nosotros. No merecemos su amor, su misericordia, ni su redención, sin embargo, Él, en su infinita bondad, nos la ha concedido libremente. Como dice Efesios 2:8-9: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe". Debemos cultivar un corazón agradecido por este regalo inmerecido, el mayor de todos los dones.