Hermanos y hermanas, la parábola del rico y Lázaro nos presenta una cruda realidad: una brecha inmensa, una división insalvable que separa a los ricos de los pobres, no solo en términos materiales, sino espiritualmente. El rico, envuelto en lujos y banquetes, ignora el sufrimiento a su puerta. Su corazón, endurecido por la opulencia, se vuelve insensible a la necesidad ajena. Lázaro, en su miseria, representa a los marginados, los olvidados, aquellos que claman por justicia y compasión.