Pero, hermanos, ¡hay esperanza! La buena noticia del Evangelio es que incluso en este estado de muerte espiritual, Dios extiende su mano de misericordia. Juan 3:16 declara: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." A través de la fe en Jesucristo y su sacrificio en la cruz, recibimos el perdón de nuestros pecados y somos resucitados a una nueva vida. Este nuevo nacimiento, descrito en Juan 3:3-8, es una transformación radical, un cambio total de corazón, que nos permite experimentar la plenitud de la vida en Dios. El arrepentimiento genuino, la confesión de nuestros pecados y la entrega de nuestra vida a Cristo son pasos esenciales en este proceso de resurrección espiritual.