Al día siguiente, la vara de Aarón, contra todo pronóstico natural, había florecido. Había brotado, florecido y producido almendras maduras. (Números 17:8). Este acto milagroso, innegable e impresionante, sirvió como una respuesta tangible a las dudas y como una poderosa confirmación de la autoridad divina de Aarón. Dios, en Su soberanía, no sólo respondió a las quejas, sino que lo hizo de una manera que dejaba claro Su poder y su propósito. "La vara de Aarón, que representaba la tribu de Leví, floreció, dando flores, brotes y almendras maduras" (Números 17:23). Este milagro sirvió como un recordatorio de que la autoridad de Aarón procedía directamente de Dios.