Hermanos y hermanas, la Biblia nos exhorta a la diligencia en el trabajo, no como una carga, sino como un reflejo de nuestra fe y obediencia a Dios. Proverbios 10:4 nos dice: "La mano negligente empobrece, pero la mano de los diligentes enriquece". La pereza no es solo una falta de esfuerzo físico, sino un descuido espiritual que afecta nuestra comunión familiar.
2 Tesalonicenses 3:10 nos recuerda: "Porque aun cuando estábamos con vosotros, os mandábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma". Esta no es una condena, sino una llamada a la responsabilidad y al compromiso con nuestra propia provisión y la de nuestra familia. El trabajo dignifica y fortalece los lazos familiares.