Felipe, obedeciendo la voz del Espíritu, encontró al eunuco etíope, un hombre de gran autoridad, leyendo el libro de Isaías. Observemos la apertura de Felipe: "¿Entiendes lo que lees?" (Hechos 8:30). Esta pregunta no fue una interrupción intrusiva, sino una invitación a un diálogo espiritual. La conversación que siguió, guiada por el Espíritu Santo, reveló el anhelo del corazón del eunuco. Él se encontraba sediento de la verdad divina, y Felipe, con sabiduría y gracia, le explicó las Escrituras, aplicándolas a la persona y obra de Jesucristo.