El Salmo 22 comienza con un grito desgarrador de angustia, reflejando la profunda soledad y el sufrimiento del salmista: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué te alejas de mi salvación y de las palabras de mi clamor?" (Salmo 22:1). Este clamor, lejos de ser una muestra de incredulidad, revela la intensidad de su dolor y la prueba extrema a la que se enfrenta. Nos recuerda la experiencia humana de sentirnos abandonados por Dios, incluso en medio de la fidelidad divina.