A pesar de las constantes fallas de Israel, el salmista concluye con una nota de esperanza: "Bendito sea Jehová Dios de Israel, desde el siglo y hasta el siglo. Amén, amén." (Salmo 106:48). Este versículo nos recuerda que a pesar de nuestros fracasos, el amor de Dios permanece incondicional. Su misericordia es nueva cada mañana y su fidelidad permanece para siempre. Debemos arrepentirnos, buscar su perdón, y caminar en obediencia a su palabra.