Pilato, el gobernador romano, reconoce la inocencia de Jesús (Lucas 23:4, 14, 22), pero cede a la presión de la multitud, manipulada por los líderes religiosos (Lucas 23:18-23). Este pasaje nos recuerda la peligrosa influencia de la opinión pública, incluso cuando va en contra de la verdad y la justicia. Pilato, buscando apaciguar a la multitud, lava sus manos simbólicamente, pero no se libra de la responsabilidad de su decisión, demostrando que la cobardía ante la presión no nos exime de las consecuencias de nuestras acciones. "Porque todo el que a mí confiesa delante de los hombres, yo también lo confesaré delante de mi Padre que está en los cielos; pero el que me negare delante de los hombres, lo negaré yo también delante de mi Padre que está en los cielos." (Mateo 10:32-33).