En Lucas 22:47-53, se describe la llegada de una multitud armada, guiada por Judas Iscariote, para arrestar a Jesús. A pesar de la traición y la violencia inminente, Jesús se entrega sin resistencia. Él declara: "Yo soy" (Lucas 22:70) afirmando su identidad como el Mesías, pero a la vez, se entrega a las manos de sus captores. Este acto de obediencia y sumisión completa a la voluntad del Padre es un ejemplo poderoso de amor sacrificado. La reacción de Pedro, quien corta la oreja de un siervo del sumo sacerdote (Lucas 22:50-51), muestra la reacción humana natural frente a la injusticia, contraste con la respuesta de Jesús de sanar al herido (Lucas 22:51).