Hermanos, el Salmo 90 nos confronta con una verdad ineludible: la fragilidad de nuestra existencia. "Porque mil años delante de tus ojos son como el día de ayer, que pasó, y como una de las vigilias de la noche" (Salmo 90:4). Dios, en su inmensidad, percibe el tiempo de manera diferente a nosotros. Lo que para nosotros son décadas, siglos incluso, para Él es como un instante fugaz.
Consideremos nuestras propias vidas. ¿Cuántos años hemos vivido? ¿Cuántos años más nos quedan? El salmista clama: "¡Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría!" (Salmo 90:12). No se trata de una simple contabilidad, sino de una profunda reflexión sobre cómo empleamos el tiempo que Dios nos concede.