Al contrario, el siervo que duplicó su mina, a través de la acción y el esfuerzo, recibió la aprobación de su amo. Esto refleja la recompensa que Dios otorga a aquellos que utilizan sus dones para expandir Su reino. La parábola nos anima a ser audaces, creativos y activos en nuestra fe, buscando siempre nuevas maneras de servir a Dios y a nuestro prójimo, como enseña 1 Corintios 15:58: "Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo siempre en la obra del Señor, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano".