Para ilustrar la verdadera naturaleza del amor al prójimo, Jesús narra la parábola del buen samaritano (Lucas 10:29-37). Un hombre, asaltado y dejado medio muerto, es ignorado por un sacerdote y un levita, quienes representan la jerarquía religiosa de la época. Sin embargo, un samaritano, un miembro de un grupo social despreciado por los judíos, muestra compasión y ayuda al herido, demostrando que el amor verdadero trasciende las barreras sociales y religiosas. Este acto de amor y misericordia nos enseña a ir más allá de nuestras limitaciones y prejuicios para servir a aquellos que necesitan nuestra ayuda, como Gálatas 6:2 nos recuerda: "Llevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo."