Dios instruye a Moisés a hablar a la roca para que brote agua, una demostración de su poder soberano. Sin embargo, en un momento de frustración, Moisés golpea la roca dos veces, incumpliendo la orden explícita de Dios. "Entonces Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme a los ojos de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado" (Números 20:12). Este acto de desobediencia, aunque impulsado por la presión del momento, tiene consecuencias devastadoras.