Hermanos y hermanas en Cristo, el Salmo 115 nos confronta con una verdad fundamental: la inutilidad de confiar en ídolos hechos de manos humanas. "No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria, por tu misericordia, por tu verdad" (Salmo 115:1). Este versículo establece el tono del salmo entero, llamando nuestra atención a la única fuente digna de nuestra adoración: Jehová Dios. Los ídolos, ya sean de oro, plata, o cualquier otro material, son incapaces de oír, ver, o ayudar. "Tienen boca, mas no hablan; tienen ojos, mas no ven; tienen oídos, mas no oyen; tienen narices, mas no huelen; tienen manos, mas no palpan; tienen pies, mas no andan; ni emiten sonido alguno con su garganta" (Salmo 115:5-7). Su incapacidad es una clara imagen de su naturaleza vacía y sin poder.