El salmista, en su vejez y debilidad, clama a Dios por protección contra sus enemigos (Salmos 71:1-3). Reconoce su dependencia total en el Señor, confiando en Su justicia y poder para librarlo del mal. Como se lee en Salmos 71:1, "En ti, oh Jehová, he confiado; nunca seré avergonzado". Esta fe inquebrantable es el fundamento de su oración.